Manantial comenta "Intemperie"

En la reunión del pasado 8 de abril estuvimos analizando el libro Intemperie del autor extremeño, afincado en Sevilla, Jesús Carrasco.
Antes que nada me gustaría señalar lo cierta que es la expresión que muchas veces he escuchado decir a Almudena: “desde este momento un club de lectura ha entrado en vuestras vidas”. En esta última reunión se hizo muy patente, por lo menos para mí, porque este libro ha despertado en cada uno de nosotros sentimientos encontrados y ha sido durante la puesta en común de los mismos cuando, a través de las opiniones de los compañeros, de cómo ellos han entendido la novela, que he visto la novela desde otra perspectiva. En mi caso, el terminar la novela fue un alivio. Pasé muy malos ratos con su lectura. Se trata de una historia dura, despiadada, que se desarrolla en un paraje agreste, un llano enorme donde da el sol desde que amanece hasta el ocaso y azotado por una gran sequía. Aparecen personajes desagradables y miserables, se describen actos de pederastia, abusos de autoridad, palizas a seres desamparados….Aún así, reconocía que el autor no ha dejado nada al azar al escribir la novela. Utiliza un lenguaje muy propio del medio agrícola y rural, la documentación es excelente y la  narración magnífica. Las descripciones del paisaje son muy poéticas lo que contrasta con la dureza de la historia, lo que me hacía sentir más angustia. Un calvario, vamos.
Pero llegó el día de la reunión y con las opiniones de mis compañeros empecé a ver la historia desde otro punto de vista. Rompió el hielo, Isabel Andrades. Le había gustado mucho que el autor no hubiera puesto nombre a ninguno de los personajes, sino que se refiriera a ellos por sus oficios o cualidades (el cabrero, el niño, el alguacil, el tullido..), como en los cuentos de hadas. A Isabel García le habían impactado mucho las repetidas alusiones religiosas que contiene el libro y señaló uno especialmente dura contenida en la página 154. Beli y Valme señalaron la relación que se forja entre el cabrero y el niño. Como el cabrero, persona de campo, solitaria, básica y rudimentaria, le demuestra su cariño y afecto de la única manera que conoce: enseñándole a sobrevivir, a ordeñar cabras, a descuartizar animales para comer…. Nos muestra lo poco que se necesita para vivir. Valme, incluso, propuso un título alternativo para la novela: APRENDIZAJE. Mª Carmen Valera señaló el paralelismo que existía con las pruebas de supervivencia que las tribus más primitivas realizan a los niños para medir su madurez. A Mª José Lozano le recordó mucho su infancia. Ella es de un pueblo de Extremadura y su abuelo realizaba muchas de las tareas agrícolas que se describen. José Manuel, navegando por Internet, descubrió que el paisaje esta inspirado en un paraje de la provincia de Toledo donde se encuentran las ruinas del Castillo de la Caudilla. A Mª José Valverde le pareció una historia sacada de otra más extensa. Es verdad que durante la lectura te vas haciendo muchas pregunta que no tienen respuesta: qué tipo de familia es la del chico, por qué el padre se lo entrega al alguacil, qué pasa con la madre, si el cabrero siempre ha llevado la misma vida…Entre todos llegamos a la conclusión de que tampoco eran necesarias las respuestas, porque en realidad el libro de lo que trata es de LA DIGNIDAD HUMANA COMO VALOR SUPREMO, representada en el personaje del cabrero y en las reglas de supervivienda que le enseña al chico.
Al final, todos estuvimos de acuerdo en la maestría narrativa del autor, en las muchas horas de trabajo que le supuso y en que no deja indiferente a nadie porque sabe llegar a nuestros sentimientos. Por mí parte, salí de la reunión menos angustiada y reconciliada con la especie humana.

Como en todas nuestras reuniones no faltó nuestra merienda, aunque se echó en falta el pastel de las monjas de Valme. Sólo digo eso.

Mª Carmen Casanova


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